martes, 17 de mayo de 2011

Mal de Escuela

Valencia, ocaso de invierno, cae la noche en la avenida Aragón, Daniel Pennac regresa al hotel con la pipa en la boca y una bolsa de provisiones, soñando, cuando un joven le pregunta:

─ Disculpe, ¿tiene hora?

Es un chico de unos veinte años montado en una valenbici, aparentemente educado y que desea saber la hora.

Daniel deja la bolsa de provisiones, saca su reloj y dice:

─ Las doce y cuarto.

La cara del chico se ilumina, sus ojos se ponen como platos, está completamente asombrado.

─ ¡Oh, señor! ¿Es usted Daniel Pennac?

─ Sí, ese es mi nombre.

─ Deje que me presente, mi nombre es Emilien, soy alumno de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte; y mi profesor de Curriculum de le Educación Física nos mandó leer su libro: “Mal de Escuela”.

─ ¿Y que te pareció?

─ He de confesar que nunca he sido un aficionado a la lectura, pero “Mal de escuela” ha sido una experiencia buenísima. Fácil de leer y de comprender. No como esos libros tan técnicos y específicos que con media hora de lectura acabas agotado. Además, siempre hablan igual de la escuela.

─ Mi objetivo ─ dijo Daniel ─ era salir del formato de libro que trata sobre la escuela, eterna querella entre antiguos y modernos: sus programas, su papel social, sus fines, la escuela de ayer, la de mañana… ¡mal de escuela trata sobre el zoquete! Sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales.

─ Ha conseguido cambiar mi forma de ver la escuela ─ contesto Emilien.

─ Muy bien, Emilien, acabas de conseguir una gran oportunidad. Estoy hospedado allí, mira, justo allí, en aquellas ventanas de allí arriba. ¿Te apetece que sigamos charlando allí?

─ ¡Por supuesto señor! Seria un placer.

─ No me llames señor, llámame Daniel.

─ Disculpe señ… Daniel.

Los dos sonrieron y se dirigieron a la habitación donde se hospedaba Daniel.

─ ¿Daniel, que hace usted en Valencia?

─ He venido a visitar a unos conocidos.

─ Hablemos de su obra: En el capitulo dos apartado diez en el que usted compara a los malos alumnos con cebollas hay una frase que me impacto muchísimo.

Emilien saca de su bolsa el libro “mal de escuela” y empieza a buscar el capitulo al que hacia referencia.

Enseñar es eso: volver a empezar hasta nuestra necesaria desaparición como profesor. Realmente esta frase me angustia.

Daniel sonríe y contesta:

─ No te angusties, amigo, los malos alumnos son como cebollas para poder llegar a ellos hay que pelar. Pero lo que consigas hoy no es permanente, mañana hay que volver a empezar y pasado mañana otra vez y así hasta que el alumno vaya disolviendo poco a poco esos pesares y alivie esos espíritus.

─ ¿Y como conseguir su atención? ¿Cómo conseguir que centren toda su energía en aprender?

Daniel se rasca la cabeza intentando buscar una respuesta.

─ Recuerda el capitulo en el que visito una escuela de Blanc-Mesnil donde pregunto a la profesora, que me invita a dar una charla a sus alumnos, cómo consigue dominar tanta energía vital.

─ ¡Ah! Donde compara a los alumnos con instrumentos musicales.

─ Sí, pero más concretamente cuando afirma que al estar con los alumnos no está en otra parte.

Emilien mira el reloj que esta colgado en la pared.

─ Daniel está siendo una conversación muy interesante pero tengo que marcharme, me temo que se me hace tarde.

─ Un placer Emilien.

─ Pero antes de irme, una última cuestión, ¿Cómo se le ocurrió la idea de memorizar textos? Y lo más sorprendente, ¿Cómo consiguió involucrar a los chicos tanto en la actividad?

─ No era simplemente memorizar textos, era un juego, una competición. Sin darnos cuenta los chicos y yo numeramos los textos y empezamos a jugar. Cada semana un texto nuevo. Cada semana un nuevo reto.

Ambos se despidieron cordialmente.


Bueno, este es el diálogo que hemos preparado Segio Bermejo y yo sobre el libro "Mal de escuela" de Daniel Pennac, espero que os guste!

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