Valencia, ocaso de invierno, cae la noche en la avenida Aragón, Daniel Pennac regresa al hotel con la pipa en la boca y una bolsa de provisiones, soñando, cuando un joven le pregunta:
─ Disculpe, ¿tiene hora?
Es un chico de unos veinte años montado en una valenbici, aparentemente educado y que desea saber la hora.
Daniel deja la bolsa de provisiones, saca su reloj y dice:
─ Las doce y cuarto.
La cara del chico se ilumina, sus ojos se ponen como platos, está completamente asombrado.
─ ¡Oh, señor! ¿Es usted Daniel Pennac?
─ Sí, ese es mi nombre.
─ Deje que me presente, mi nombre es Emilien, soy alumno de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte; y mi profesor de Curriculum de le Educación Física nos mandó leer su libro: “Mal de Escuela”.
─ ¿Y que te pareció?
─ He de confesar que nunca he sido un aficionado a la lectura, pero “Mal de escuela” ha sido una experiencia buenísima. Fácil de leer y de comprender. No como esos libros tan técnicos y específicos que con media hora de lectura acabas agotado. Además, siempre hablan igual de la escuela.
─ Mi objetivo ─ dijo Daniel ─ era salir del formato de libro que trata sobre la escuela, eterna querella entre antiguos y modernos: sus programas, su papel social, sus fines, la escuela de ayer, la de mañana… ¡mal de escuela trata sobre el zoquete! Sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales.
─ Ha conseguido cambiar mi forma de ver la escuela ─ contesto Emilien.
─ Muy bien, Emilien, acabas de conseguir una gran oportunidad. Estoy hospedado allí, mira, justo allí, en aquellas ventanas de allí arriba. ¿Te apetece que sigamos charlando allí?
─ ¡Por supuesto señor! Seria un placer.
─ No me llames señor, llámame Daniel.
─ Disculpe señ… Daniel.
Los dos sonrieron y se dirigieron a la habitación donde se hospedaba Daniel.
─ ¿Daniel, que hace usted en Valencia?
─ He venido a visitar a unos conocidos.
─ Hablemos de su obra: En el capitulo dos apartado diez en el que usted compara a los malos alumnos con cebollas hay una frase que me impacto muchísimo.
Emilien saca de su bolsa el libro “mal de escuela” y empieza a buscar el capitulo al que hacia referencia.
─ Enseñar es eso: volver a empezar hasta nuestra necesaria desaparición como profesor. Realmente esta frase me angustia.
Daniel sonríe y contesta:
─ No te angusties, amigo, los malos alumnos son como cebollas para poder llegar a ellos hay que pelar. Pero lo que consigas hoy no es permanente, mañana hay que volver a empezar y pasado mañana otra vez y así hasta que el alumno vaya disolviendo poco a poco esos pesares y alivie esos espíritus.
─ ¿Y como conseguir su atención? ¿Cómo conseguir que centren toda su energía en aprender?
Daniel se rasca la cabeza intentando buscar una respuesta.
─ Recuerda el capitulo en el que visito una escuela de Blanc-Mesnil donde pregunto a la profesora, que me invita a dar una charla a sus alumnos, cómo consigue dominar tanta energía vital.
─ ¡Ah! Donde compara a los alumnos con instrumentos musicales.
─ Sí, pero más concretamente cuando afirma que al estar con los alumnos no está en otra parte.
Emilien mira el reloj que esta colgado en la pared.
─ Daniel está siendo una conversación muy interesante pero tengo que marcharme, me temo que se me hace tarde.
─ Un placer Emilien.
─ Pero antes de irme, una última cuestión, ¿Cómo se le ocurrió la idea de memorizar textos? Y lo más sorprendente, ¿Cómo consiguió involucrar a los chicos tanto en la actividad?
─ No era simplemente memorizar textos, era un juego, una competición. Sin darnos cuenta los chicos y yo numeramos los textos y empezamos a jugar. Cada semana un texto nuevo. Cada semana un nuevo reto.
Ambos se despidieron cordialmente.
Bueno, este es el diálogo que hemos preparado Segio Bermejo y yo sobre el libro "Mal de escuela" de Daniel Pennac, espero que os guste!
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